Danza Tradicional Uzbeka
Trajes coloridos, rostros expresivos y movimientos elegantes llenos de significado oculto. La danza uzbeka cautiva por su elegancia oriental, la belleza de sus intérpretes y la profundidad emocional y fluidez de su coreografía. Este antiguo arte ha evolucionado durante miles de años, desde danzas rituales y mágicas hasta actuaciones escénicas modernas, desarrollando una amplia gama de estilos, formas y estructuras narrativas a lo largo del tiempo.
Historia de la Danza Uzbeka
La historia de la danza en Uzbekistán se remonta a tiempos antiguos, comenzando en la era paleolítica. Hace más de 12.000 años, las comunidades tribales realizaban danzas rituales para asegurar una caza exitosa. Estas primeras danzas mágicas están representadas en los petroglifos rupestres de Zarautsay (Surjandaria), junto a escenas de caza.
Los arqueólogos también han descubierto imágenes antiguas de danza en las paredes de Toprak-Kala (siglos I–VI d.C.), una de las antiguas capitales de Khorezm, situada en la actual Karakalpakstán. Los estudiosos y expertos de la UNESCO observan una sorprendente semejanza entre estas imágenes y el Lazgi, una de las danzas uzbekas más populares, lo que sugiere que su historia abarca más de 1.500 años.
En los primeros siglos d.C., muchas danzas estaban estrechamente vinculadas a las creencias zoroástricas, en particular al culto del sol y del fuego. Tras la conquista árabe en el siglo VIII, la influencia islámica transformó el desarrollo de la danza. Un papel clave lo desempeñó el sufismo, una tradición mística que enfatizaba la purificación espiritual. Los rituales sufíes, conocidos como zikrs, a menudo incluían canto y danza como parte de la práctica devocional.
Los movimientos giratorios de los derviches sufíes, realizados con música, fueron representados magistralmente por el artista del siglo XV Kamal ud-Din Behzad (1455–1535) en su miniatura Derviches danzantes, que se conserva en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Otra influencia cultural importante en la danza uzbeka provino de las normas tradicionales de género durante la Edad Media islámica. Las mujeres vivían en espacios separados llamados ichkari, donde practicaban la danza en privado y no la mostraban a los extraños. La apariencia de la bailarina también estaba estrictamente regulada: los trajes eran modestos y la mirada debía mantenerse baja.
Las actuaciones públicas de mujeres siguieron siendo un tabú en la sociedad uzbeka hasta bien entrado el siglo XX. Esto cambió en gran medida gracias a los esfuerzos pioneros de Tamara Khanum (1906–1991), una legendaria bailarina que desafió las normas sociales y llevó la danza uzbeka a los escenarios internacionales. Actuó en Francia, Inglaterra, Italia, Polonia, Irán, Turquía y otros países de Europa y Asia, obteniendo un amplio reconocimiento. Se dice que entre sus admiradores estaba Isadora Duncan, fascinada por el arte de Tamara Khanum. Su vida, obra y colección de trajes se conservan en el arte de Tamara Khanum. Su vida, obra y colección de trajes se conservan en el Museo Tamara Khanum de Tashkent.
Tamara Khanum también formó a una nueva generación de bailarinas que ayudaron a transformar la percepción de la danza femenina en Uzbekistán. Entre ellas se encontraba Mukarram Turgunbaeva (1913–1976), célebre intérprete y fundadora del conjunto de danza uzbeka Bahor, nombre que hoy lleva la competencia más prestigiosa de Uzbekistán para jóvenes bailarines nacionales. Turgunbaeva realizó importantes aportes al desarrollo de la danza clásica uzbeka, presentando piezas populares como Tanovar y Munojot.
Su legado continuó en el siglo XX con bailarinas como Galia Izmailova (1923–2010), Razia Karimova (1916–2011) y Gulnora Mavaeva (1931–2025). Hoy en día, su herencia es preservada y ampliada por las escuelas modernas de coreografía de Uzbekistán. Entre los principales conjuntos se encuentran el renacido Bahor (reabierto en 2020) y grupos nacionales como Sabo, Tumor y otros.
Las danzas uzbekas siguen siendo una parte vital de la vida pública, interpretadas en casi todos los grandes eventos del país. Los distintos estilos regionales se presentan en festivales importantes como Sharq Taronalari en Samarcanda, Festival de la Seda y las Especias en Bujará, Boysun Bahori, y el más reciente Tandir Fest en Surjandaria. La danza también ocupa un lugar central en eventos dedicados como el Festival Internacional de Danza Lazgi, celebrado cada dos años a finales de abril en Jiva.
Variedades de Danzas Uzbekas
Del siglo XVI al XIX, el territorio del actual Uzbekistán estaba dividido entre tres janatos: Jiva, Kokand y Bujará (que pasó a conocerse como el Emirato de Bujará después de 1785). Cada janato tenía su propio gobierno, modo de vida y tradiciones culturales locales. Con el tiempo, estas diferencias dieron origen a tres escuelas distintas de danza clásica uzbeka: Khorezm, Fergana y Bujará.
Danza de Fergana
La danza del valle de Fergana es una de las formas más elegantes y expresivas de la coreografía uzbeka. Se caracteriza por sus movimientos suaves y fluidos, temas líricos y románticos, rica expresividad facial y complejos gestos de manos y muñecas. Las danzas de Fergana son profundamente simbólicas. Una de las más antiguas y conocidas es Katta Uyin, que tradicionalmente se interpretaba durante horas, representando todo el ciclo de la vida humana: desde el nacimiento hasta la muerte.
Otros ejemplos notables incluyen las actuaciones de las mujeres yallachi, que tradicionalmente combinan el canto y la danza, así como formas más modernas como la Polca de Andiyán, surgida a principios del siglo XX. Otra pieza icónica es Tanovar, coreografiada por Mukarram Turgunbaeva sobre la melodía melancólica del mismo nombre.
Danza de Bujará
La danza de Bujará es dinámica y apasionada, caracterizada por el uso expresivo de los brazos y la parte superior del cuerpo, movimientos rotacionales marcados y gestos segmentados bien definidos. Los intérpretes a menudo tocan instrumentos musicales durante la danza, como el kayrak (castañuelas) y el zang (campanas).
Entre las danzas bujaranas más conocidas se encuentran la exigente Larzhon (“temblor”), Talkin, la antigua Mavriga y Zamin Bozi, una danza realizada de rodillas que resalta el movimiento del torso mediante giros, inclinaciones y elementos acrobáticos ocasionales.
Danza de Khorezm
La tradición de la danza de Khorezm es conocida por su energía vívida y expresividad. Tanto los trajes como el significado de los movimientos reflejan raíces antiguas, remontándose al simbolismo zoroástrico. Estas danzas se distinguen por las manos levantadas hacia el sol, los colores brillantes y los trajes adornados con numerosas monedas redondas, símbolos de la luz solar. Su energía ardiente y su ritmo pulsante evocan una antigua reverencia por el sol y el fuego.
La danza más famosa de la región de Khorezm es Lazgi, verdadero símbolo de la tradición dancística de Uzbekistán. Con una historia de más de mil años, Lazgi fue inscrita en 2019 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Puede interpretarse en solitario o en grupo, tanto por mujeres como por hombres. La versión femenina en solitario se considera la más expresiva, ya que revela plenamente la gracia y riqueza de la tradición.
La palabra Lazgi significa “temblor” o “sacudida”, y toda la danza se basa precisamente en este tipo de movimientos. Su coreografía se asocia a menudo con una leyenda sobre el alma que entra en el cuerpo: comienza con el despertar gradual de las manos y los brazos, luego la cabeza, el torso y finalmente todo el cuerpo. A medida que avanza la actuación, la música y el ritmo se intensifican, culminando en movimientos rápidos y complejos acompañados por el kayrak (castañuelas).
Lazgi se convirtió en la base de la producción completa Lazgi – Danza del alma y del amor, puesta en escena por el coreógrafo Raoul Raymond Rebeck en 2021 en el Teatro Alisher Navoi de Tashkent. La representación ha girado internacionalmente – en París, Dortmund, Moscú, San Petersburgo, Estambul, Dubái y Pekín – contando la historia milenaria de Lazgi a través de un viaje simbólico de los personajes Alma y Amor, celebrando la singularidad y la belleza de la danza uzbeka.